Estoy parado frente a los muros del tiempo,
a dos pasos del abismo entre la Nada y mi nada.
Quiero demoler los relojes.
Quiero al menos morderlos hasta quebrar sus manecillas
y hacer de mí un cuerpo herido por lo ausente.
A dos pasos del abismo, sé que me quedo en casa,
sé que pueblo el aire que se eleva entre dos mitades
que son ya como la Noche y mi noche.
Me quedo en casa,
dulcemente,
como lo que duele,
y alguien se aleja de mí
en dos rutas vedadas y tardías;
alguien que dice mañana por entonces,
entonces por mañana;
alguien que suelta las horas y su fardo de angustias
en naufragio.
Alguien que sutura la caída,
ocupa mi soledad,
fuente de olas altas,
líquido amargo.
Salvador Medina Barahona, 14.2.2012