Salvador Medina Barahona

Archive for the ‘Letras, Arte, Cultura’ Category

Θα φύγω (Partiré)

In 1, Letras, Arte, Cultura on junio 25, 2014 at 6:18

Salvador Medina Barahona

(de Pasaba yo por los días, traducción al griego por Danae Brugiatti Bousounis)

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Θα φύγω

Σαλβαδόρ Μεδίνα Μπαραώνα

Θα φύγω
γιá το τελευταίο δυνατό σταθμό,
εκεί όπου

το αποτύπωμá μου
είναι ένα
με το πρόσωπό μου,
ο δρόμος μου,
είναι  ένας

με τα πόδια μου

o λόγος μου,
ένα με τη σιωπή.
Θα επιστρέψω,

συνείδησης απάνω,

βάρους των πτηνών,
πηγή φωτός
προς το φως,
κιόλας δίχως χέρια,

κιόλας δίχως κορμί

εκεί

όπου
ήμουν πάντα,
εκεί
ακριβώς εκεί

όπου
άρχισα να βλέπω

σκούρες λόγχες
μία ημέρα

απο της

οποίας μόλις

ξαναβρίσκω

την μνήμη

 

danae y yo

El poeta con la traductora

 

 

 

PARTIRÉ

hacia la última estación posible;

allí donde mi huella

es una 

con mi rostro,

mi camino,

uno con mis pies,

mi palabra,

una con el silencio.

Volveré,

conciencia arriba,

peso de aves,

manantial de luz

volcado en la luz,

ya sin manos,

ya sin cuerpo,

allí

donde

siempre estuve,

allí,

justo allí,

donde empecé a ver lanzas oscuras

un día

del que apenas

recupero la memoria.

 

 

 

 

 

 

 

¡Oh, el trino, el trueno!

In 1, Letras, Arte, Cultura on May 27, 2014 at 7:43

Por JAVIER MEDINA BERNAL

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Es sobrecogedor cuando un escritor alcanza la completa (y descarada) madurez; es decir cuando escribe con libertad y gusto a pierna suelta.

Salvador Medina Barahona, poeta y ensayista de la patria, ganador, en el género Poesía, del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró 2009 y de quien soy orgullosamente sobrino, escribió en su momento, inspirado en las bondades de nuestra hermosa península de Azuero, el libroViaje a la península soñada. Gran obra, en efecto, con la que me identifico hondamente por ser, al igual que el autor, oriundo de la región a la que está dedicado el poemario. Hay otras obras de Medina Barahona que merecen ser revisadas: Vida en la palabra vida en el tiempo (ensayo), Somos la imagen y la tierra (poesía, premio Stella Sierra), La hora de tu olvido (poesía, sentida elegía al padre), Mundos de sombra (poesía) y Pasaba yo por los días (poesía), con la que obtuvo el Miró en el 2009, para mencionar algunas. Contienen estas obras grandes versos y párrafos llenos de desgarro y arrojo poético, sin duda. Sin embargo, es de la última de las aventuras literarias del vate oriundo de Mariabé de la que quiero hablar en esta nota, ya que es esta la que ejemplifica al dedillo los conceptos “madurez”, “libertad”, “gusto” y “pierna suelta”, aunque, como se verá, es otra parte del cuerpo del poeta la que anda suelta. Es para mí un honor informarles, previa autorización del susodicho, que Salvador Medina Barahona trabaja en estos momentos, al mejor estilo de su tocayo Salvador Dalí, en un ensayo filosófico sobre la importancia de las flatulencias (atronadoras) a la hora de consolidar y fortalecer las relaciones afectuosas. Les cuento que Medina Barahona para completar dicho texto con el debido rigor científico, ha decidido practicar a diestra y siniestra, sin reparos ni complejos, la ventosidad en frente de sus seres queridos, por lo que, dicho sea de paso, me he dado cuenta, al fin (aunque a decir verdad nunca lo he dudado) del tremendo afecto que me guarda el tío Salva, como cariñosamente le llamo yo y varios de sus sobrinos. ¡Cómo me quiere el tío, carajo! Esta vez, debo confesarlo como lector y periodista serio que soy, no he leído una sola línea de lo que ha escrito el orgullo de la familia, Salvador Medina Barahona; no obstante, no me cabe la menor duda de que será esta una de sus mejores obras: me ha bastado, amigos lectores, con escuchar y oler y seguidamente observar con detenimiento los sentimientos que afloran en mí a cada trueno proferido. No es exagerado aseverar que el hecho de que mi afecto por el tío se fortalezca cada día más (gas a gas) es una prueba irrefutable de que la propuesta ensayística del tío va por buen derrotero. Lo demás, lo sabe muy bien él, es retórica, ordenar la palabras de modo que los razonamientos calen. El título que tiene Salvador bajo la manga para su estudio lo desconozco (los títulos son muy importantes para él, pues no en pocas instancias han sido estos los que le han dado vuelo —en esta caso podríamos decir “vuelo y viento”— a su prosa poética); pero seguro es que la inventiva medinabarahoniana no nos defraudará. De igual manera sabemos que la talentosa ilustradora y fotógrafa Kat Yurchenko elaborará para el libro una portada digna del influjo de Salvador Medina Barahona, como ya lo ha hecho en el pasado. Puedo manifestarles, pues, para concluir, con plena confianza y certeza, que este ejercicio intelectual será un hito en nuestras letras panameñas.

Honor al pequeño gigante de las letras panameñas: César Young Núñez

In 1, Letras, Arte, Cultura on May 20, 2014 at 19:29

César Young Núñez y su legado: ¡HOY!

Por Salvador Medina Barahona

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El poeta César Young Núñez custodiado por las escritoras Gloria Guardia, Mariela Sagel  y Gloria Rodríguez

 

 

La poesía de César Young Núñez ha marcado un punto de inflexión en la historia de la literatura panameña. Y más. Ha trascendido nuestras fronteras sin pasaportes. Es, en sí, un caso único en la poesía del Istmo Centroamericano. Ese libro célebre con que lo ha hecho, y que lo acredita como uno de nuestros referentes indispensables, Carta a Blancanieves, es apenas la punta del iceberg de una inteligencia que ha estado, durante décadas, al servicio de una colectividad en crisis.

El humor, el sarcasmo, la ironía, las referencias cultas de un lector erudito y exigente, el ludismo afortunado de sus versos, en fin, las reescrituras, en la suya, de una poesía universal, son los ingredientes de mayor notoriedad que han nutrido la agenda de este poeta bisiesto, como él mismo se autodefiniera alguna vez.

Don César vino a traerle aires frescos a una poética colectiva reconcentrada en lo grave, no sin motivos, hago la salvedad. Es el tipo de voz que aparece una vez cada siglo para diluir la densidad de un discurso mayormente enfocado en los tristes avatares sociales de un país en búsqueda de su identidad y en reparo de sus llagas más profundas.

Leerlo a la ligera, fuera de contexto, sería no hacerle justicia; porque, ya lo sabemos, el hombre es su circunstancia, como lo dijera el filósofo, y en ella debe dar cabida a un ejercicio de humanidad que, sumado a lo grave, nos recuerde que, a pesar de las alambradas, hay cielos abiertos donde mirarse y proyectarse, en el presente y más allá del presente. Eso que se llama “patria” también se construye con sentido del humor, con ironía, con lucidez y mordacidad quevediana.

El disgusto que trajo consigo posponer la entrega de la más alta distinción que un escritor panameño puede recibir por el trabajo de toda una vida en las letras (la Condecoración Rogelio Sinán) debe transfigurarse ahora, luego del más que simbólico acto de desagravio llevado a cabo por colegas y amigos que lo aprecian, en la celebración que desde el inicio supuso la buena noticia.

Los traspiés de una institución de “cultura” (traspiés cuyos altos funcionarios no supieron enmendar con la dignidad del caso) pasan ahora a segundo plano, puesto que no se trata de ellos, sino de Don César. La turbamulta, en buena hora escenificada en los diversos medios como repulsa a la “decisión presidencial” de posponer la entrega de la condecoración, con la más banal de las excusas de por medio, debe ceder paso a la ceremonia de honor con los matices representativos de la personalidad del galardonado. Un despropósito como el ocurrido jamás estará a la altura del legado del autor de Poemas de rutina. Ni puede empañar su fiesta. A las finales, salió ganando él, porque los afectos y muestras de solidaridad vinieron a confirmar que su escogencia recibió el rotundo beneplácito de sus pares, sus discípulos y sus lectores.

Esas son las paradojas de la existencia: El alto funcionariado obedece, como soldado raso, las órdenes de un mariscal de campo inculto y, en el acto, los artistas levantan la antorcha del afecto para exigir respeto a la Ley, organizar una ceremonia de desagravio previa a las pompas oficiales, y celebrar, con la luz de la Poesía sobre sus cabezas y en sus corazones, el acto público pospuesto; a pesar de todo. De seguro esa luz alcanzará para todos los que esta noche asistamos en gesto solidario y alegre al Teatro Nacional, porque proviene de la Poesía esencial que todo lo purifica. Y, como tal, no tendrá la mezquindad de dejar a oscuras los rostros avergonzados de unos malos oficiantes de la administración cultural de turno.

De modo que vayamos a acompañar a Don César. Sabemos bien que las medallas, los pergaminos y los dólares duran poco. Lo que sí dura es la obra. Y con ella su oficiante. Y Don César viene durando desde hace mucho tiempo. Lo de ahora es un mero acto protocolar, salvado por nuestro más sincero aprecio, que viene a confirmar lo que ya todos sabemos sobre el emblemático Julio Viernes (seudónimo con el que amparó  sus crónicas periodísticas). Seamos testigos, pues, de ese momento en que el máximo y tal vez único y legítimo cultor de la “antipoesía” panameña, sea abrazado, y abrasado, por la calidez de nuestra presencia. Nosotros somos su otro yo. Su otredad devolviéndole el eco de sus poemas y su pensamiento brillantísimo y juguetón. ¡Seamos, por un instante perpetuo, ese espejo de alteridad en el que él vea reflejada la corona de su gloria!

 

Panamá, 20 de mayo de 2014

 

El orden es un caos en reposo

In 1, Letras, Arte, Cultura on noviembre 18, 2013 at 14:30

ImagenIMAGEN DE OMAR ORTIZ: PINTOR HIPERREALISTA

 

TEXTO DE SALVADOR MEDINA BARAHONA

 

 

Me he robado esta frase de un libro de J. M. Caballero Bonald y todavía no sé con qué fines: El orden es un caos en reposo.

Solo alcanzo a reconocer que, además del inmenso goce estético que me produjo leerla, sería bueno trabar conflicto con sus raíces de origen científico y/o filosófico (ya esto último es de por sí una tautología escandalosa y empiezo a cabrearme). De modo que ¡al carajo con todo eso! Yo lo que quiero es hacer poesía. O sea, intentar reconstruir, haciéndola ver de algún modo aunque sea precario, la magia que palpita en su interior. ¡Ah frase deliciosamente enemiga y maldita! ¡Ah pedacito de cerebro mío espoleado por la convulsión de su belleza!

A lo mejor, a mitad de camino, o resuelta ya la incógnita de mi cavilación, si es que la resuelvo, me tocará admitir que tuve que echar mano de premisas filosóficas o científicas, disfrazadas de metáforas, claro está, para lograrlo. Entre ser intelectual y ser poeta, me quedo con lo segundo, aunque, de puntillas, entre en la usurpación de los procedimientos silogísticos en pos de adivinar los resortes que disparan el placer del texto. Este texto: El orden es un caos en reposo.

Mucho ruido y pocas nueces hasta ahora. Tal vez miedo a desentrañar, en este ejercicio metalingüístico, una cosa que se me salga de las manos.

Ya entro al quinto párrafo y ahora intuyo que el cabreado es el lector. “¡A ver si te decides, huevasteclas! Pues aún no me entero de qué vas.” (Lo jodido es que yo tampoco.)

Tal vez me sirva repetir la frase, como leit motiv catalizador: El orden es un caos en reposo. 

Reescrito esto, no tengo más remedio que mirar a mi alrededor y comprobarlo en el contraste de cosas que me asedian: Algunas dispuestas en un afán casi neurótico en su sitio. Otras, por el contrario, como desentendiéndose o escabulléndose de su condición de objetos perfectamente insertos en su engranaje pétreo, adoquinado.

Me viene a la cabeza aquello de la higiene mental, de los escritorios limpios como ojo de conejo y me veo haciendo las veces de cachifa hacendosa para crearme el ambiente propicio en el que prospere la realización de los purismos de mi espíritu, aturdido por la ansiedad y las malas noticias: Lugar limpio, neurosis obstinada de la limpieza, con el fin de avasallar el caos de la calle o de mis laberintos interiores en la mesa pulcra, íngrima.

Pero la vida no funciona así. Tantas veces lo he hecho, y tantas veces he fracasado en el intento. Apenas pongo en su lugar las cosas en desorden, siento que traiciono mi natural tendencia al caos. Tal vez en eso resida mi goce, en reconocer que la frase me releva de mi condición de cachifa amaestrada porque, a las finales, cualquier orden posible tendrá que abocarse a la aplastante arbitrariedad de lo caótico.

De modo que hay días en que dejo que el fregador se llene de trastos grasientos hasta el techo, la ropa sucia imite la forma de un cerro de prendas fétidas y grises, y los libros, minuciosamente ordenados en su anaqueles, se rebelen y ocupen, en pequeñas torres despeñándose, los espacios antes militarizados de mi casa: libros encima de la sartén; en el horno de fuego extinto; libros sobre el buró; montañas de libros a orillas de una pequeña mesa en donde corren el riesgo de ser arrasados por el vendaval de mis continuas caminatas de felino libremente encarcelado.

A ratos me sorprendo en la angustia de querer arreglarlo todo; pero me digo: “No seas pendejo, si la vida no es lo que parece y el orden es un asunto de convenciones, siempre y cuando no atente uno, en su desobediencia, contra la ¿tranquilidad? de los otros o, al menos, no se interponga nuestra invasión libresca en su camino.»

Pero como estoy en mi casa y en mi casa hago lo que me da la gana, lo primero que hago frente a ese conato de angustia compulsiva es elevar el trasero y, así, echarme un peo (peo lo que se dice peo, porque pedos dicen los beatos y los frufús) de irreverencia y, tras dialogar con su hedentina sagrada, regresar el trasero a su posición original y decir: «¡oh, boy!, no hay nada más delicioso que las flatulencias como preludio a la subversión del orden; es decir, a la entrada triunfante en el caos.» ¡He aquí el poema! Porque la poesía, según los surrealistas, es un acto: En el peo y la mirada contemplativa y descomplicada del pequeño caos circundante que preludia al indomable caos posterior, hay una especie de levitación trascendente. Me yergo por sobre los milimétricos restos del orden que aún quedan como vestigios de mi neurosis y paso a disfrutar, a gozar, de la dicha dionisíaca de los objetos en desarreglo, caídos, desplomados en el espacio de mi intimidad.

El orden es un caos en reposo. Ahora lo sé mejor que nunca. Detrás, debajo, encima, de lado del orden hay una cierta tensión deseando el desenlace; el estallido; la cosa que nos devuelve al principio de las fluctuaciones holgadas y la placidez.

El orden es como la verga pasiva de un eunuco. Pero aquí se me sale de las manos el poema, cosa temida líneas arriba; porque esa pasividad forzada no genera nuevos caos, a menos que, metáfora fallida, el eunuco recupere los atributos que le fueron cercenados y en ello despierte, oh sueño, su animal alborotoso y alborotado, haciendo fiesta en la boca estremecida de las vacantes.

Lourdes y abril

In 1, Letras, Arte, Cultura on May 30, 2013 at 8:27

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a mi sobrina Lourdes Medina Solís, in memoriam

 

 

Llevo días recordando el florecer de los ciruelos.

En mi paisaje estás tú como la flor menos antigua,
dulce como la esmeralda,
atada a la vida como la sal a los aullidos del mar.

Flor y sal de tus huellas en la memoria del fin,
comienzo de tu mito en las honduras de nuestro corazón,
aquí nos tienes, llorándote,
con la salinidad de los ahogados en la boca.

Yo te conocí de carne y hueso, ternura de gas,
mi niña asustada ahora en la enorme libertad de las constelaciones.

Yo corrí tras de ti, hermosa flor de nosotros,
en las felices eras de una infancia de la que nunca
quisimos separarnos.

Yo te vi crecer en la profundidad de los días.
Más aún, crecí contigo junto al espesor
de los atardeceres que los desolaban.

Te vi anochecer de pie
frente a un espejo que te devolvió la imagen rota de los sueños,
mientras recordaba que alguna vez corrimos cual bólidos
por los senderos donde las lluvias demoraban su molicie
y tus blancos talones adquirían el matiz imborrable de la arcilla.

Ahora que es abril, y llueve,
te he visto florecer de nuevo;
volver a los senderos como niña en la paz de los domingos
en que las despedidas no se anunciaban
en la latitud de tus vuelos inmortales.

Ahora que es abril, y llueve,
te lanzo una mirada ya sin lágrimas;
una sonrisa de esas que eran un estruendo entre tus labios.

Y una fruta de ciruelo, dulce,
para que no me olvides de ese otro lado de las cosas,
para que nazcas en el sepulcro de mis venas
y no llores mi muerte.

SALVADOR MEDINA BARAHONA

Letanía de un hombre solo

In 1, Letras, Arte, Cultura on marzo 16, 2013 at 13:35

     por Salvador Medina Barahona

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1.

Es todo lo que puedo, dijo, y fue uno con el aire.

Las hormigas supieron que su verdad era infinita.

Los osos perezosos y los talingos, que no despertaría más

que al duende solitario que dormía detrás de su oreja.

Alguien le creyó porque no fue visto nunca más entre nosotros

y de seguro su mitad de sangre anidó

en los confines del dolor más áspero.

Hijo fue de la indiferencia, hermano bastardo de una nube

en la mitad del agua…

Dijo que las noches no serían las mismas sin él.

Y se marchó calladamente,

pensando en la otra celda que lo esperaba, cerrada,

en el vacío.

2.

Espejo de mí, su fábula me hiere.

He pensado mucho en la existencia de dios en estos días.

Como aquel hombre, no encontré nada más que un adelanto de paraíso

en el beso de un par de adolescentes turbias que se resistían a abandonarme.

(Pobres, ya tendrán su desventura. No fui capaz de decirles

que la joya de sus años dura lo que una séptima ola y que,

para no ahogarse, hay que saltar sobre ella

y fingir que dios existe.)

3.

Abucheado por el silencio de las multitudes,

no hallé paz en el poema. Me dio lo suficiente: su limosna.

Escribí para amar a los que no me amaron.

Naufragué en la palabra

y ahora solo quiero que me dejen en paz.

4.

A veces me atrae la lucidez;

vuelvo a ver aquel paraguas amarillo

cruzando por las calles de mi vida.

No alcanzo aún a descifrar el valor de su hazaña

delante de mis ojos.

Pero no quiero que se cierre;

debajo caminan dos enamorados

que tal vez compartan conmigo un poco de su dicha venenosa.

5.

Mi padre, ya un duelo obligado entre mis versos,

me habría dicho que la fiesta

es la salvación en los días difíciles.

Pero, cuando bailaba, con quién bailaba,

en qué ritual pagano agitaba su cópula de humo,

cuántos fueron los que, bajo su pie marchito,

esperaron su caída.

6.

Me da soledad el miedo (y premonición el recuerdo).

En la cama de un hospital como aquel que habité

en el Barrio de Salamanca, se jugó la vida una de las mujeres que más amo.

Nadie lo comprende. Solo quise que se fuera después de mí.

7.

Escribo junto a una mesa que sostiene un ejemplar de las obras completas

de un tal Shakespeare, jardinero de palabras.

Sobre el ejemplar un pequeño búho de sobaco ilustrado mira hacia no sé dónde.

El tal Shakespeare me mira con el peso de sus obras

dinamitándole las cejas: “¿Ser o no ser?”, le pregunto.

El pequeño búho gira su cabeza nocturna,

me hace un guiño opaco,

alza el vuelo.

8.

Hay un pequeño animal de cuatro patas y media cola junto a mí.

Esa pequeña cosa es mi perro,

esa amorosa criatura que da brincos tantas veces

como triste se sienta mi corazón;

él, que lleva el corazón agitado en su cola mutilada:

él, tan dulce vid estremecida para mí, luz de sus ojos.

Dos obras para ti, lector

In 1, Letras, Arte, Cultura on febrero 22, 2013 at 0:08

smb-La-hora-olvido

Dos obras para ti, lector. Haz clic aquí…

Agradezco a Juan Nicanor Rosas, de la librería Exedra Books, por invitarme a compartir algunos aspectos relacionados con mis libros Cartas en tiempos de guerra y La hora de tu olvido. A ti, querido lector, te agradezco que, entre tantas otras cosas que hacer, te hayas detenido a entablar este diálogo virtual. Un abrazo cálido, SMB

COMO VINO DE PALMA: AGUAS DE LEJANÍA

In 1, Letras, Arte, Cultura on febrero 9, 2013 at 3:49

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EL VIAJE

El viaje es el mayor de los recursos con que cuenta un escritor. Sea éste al interior de sí mismo, cosa que indefectiblemente hará, tarde que temprano; o se trate de la travesía por rumbos concretos, deseables, no pocas veces insospechados, donde hacer camino es una constante y la manera de recorrerlo, la variable que distingue al caminante de todos los demás.

El primero es una exploración hacia adentro que puede cobrar rumbos infinitos, que van desde la toma de conciencia del ser que somos hasta los escenarios donde la imaginación triunfa y crea universos paralelos, contiguos a nuestra realidad. Pero ocurre que al interior de uno mismo se viaja en presente, en una búsqueda que otorga reconocimiento y que es, no está de más recordarlo, un ejercicio de profundidad que pocos se atreven a emprender, porque se toca fondo, se ven cosas que uno ha querido soslayar o se enfrentan visiones no siempre gratas. En el menos dramático de los casos, si nos vamos al lado lúdico o meramente creativo, saldremos al paso con la fiesta de las imágenes y la concepción de personajes y mundos encarnados en la trama de unos días con sus luces y sus sombras.

A los sitios concretos, por su parte, se viaja en futuro; cierto es que se traza un itinerario desde el presente, una hoja de ruta que seguir, al menos algo que nos dé indicios de lo que va a sucedernos mañana. Uno lleva, entonces, su mochila con lo indispensable, su cámara fotográfica, su libreta de mentir, su diario personal, y los ojos de turista bien aguzados, no sea que vayamos a perder detalles en la travesía y la crónica de viaje se nos convierta en la caricatura de lo vivido. De esa experiencia podremos especular a nuestras anchas. Decir, por ejemplo, que tal o cual sitio lo visitamos ayer, aunque haya sido mañana, u hoy, aunque haya sido ayer. Podemos tener, en el descanso, un fugaz sueño en el que soñamos una ruta inexistente pero posible, y crear, a partir del sueño, una realidad que nadie nos podría rebatir.

En síntesis, un viaje al interior de nosotros mismos nos da poco margen para la mentira y nos exige una confrontación penumbrosa que, sin embargo, echa luz sobre nuestro ser. De allí el temor a emprenderlo, salvo que lo hagamos como un ejercicio de imaginación. Un viaje por coordenadas exteriores, por el contrario, nos permite ver mundo, patear calles, olfatear el color de los crepúsculos, enlodar los zapatos con el sonido de las hojas y manipular los recuerdos de la travesía. En él usamos la herramienta del fotoshop y una toma amañada es presentada ante los ojos del otro como una experiencia real, cuando en el fondo sabemos que hemos alterado la imagen a nuestra conveniencia, por puro goce o por ineptitud de nuestros sentidos.

LOS POETAS Y LOS FICCIONADORES

El viaje interior caracteriza a la mayor parte de los poetas. El viaje exterior es patrimonio de los que ficcionalizan historias. En ambos casos se miente un poco; bastante más en el caso del ficcionador.

El poeta, incapaz de traducir en palabras lo que ha visto dentro de sí, esboza un cántico emocionado, dinamiza una imagen ciega que sea la intuición pasada de lo visto, dado que fugaz es el encuentro y fugaz su imagen, y finalmente cede ante la angustia de no poder decir lo que vio y se consuela con dar aproximados, mentir en los altercados del ritmo, recrear con una fidelidad dudosa la brevedad del momento y expresar la furia de su sentir fragmentado.

El ficcionador, por el contrario, celebra los retazos de su andar y los acomoda a su antojo, sin remordimiento, porque en el fondo sabe que mentir es su trama y que una trama bien mentida apunta a una buena historia. La mentira del poeta es a su pesar. La del ficcionador, a su placer. El primero trabaja, o lo intenta, en presente perpetuo; el segundo, en pasado que fue futuro que es otra vez pasado y así sucesivamente.

Pero, ¿qué ocurre cuando las líneas divisorias no son del todo claras, como ocurre en la inmensa mayoría de los casos en nuestra actual literatura, y nos encontramos con un poeta que es ficcionador y un ficcionador que es poeta? Pues lo obvio: estamos en presencia de un mentiroso doble; un escritor que nos cuenta, con la música de sus palabras, sobre sus pasadas incursiones en el rumbo bifurcado de sus días. Un agente que atestigüa, en presente, la crónica de lo que al buscar ha descubierto: su yo más íntimo y emocionado, navegando en la memoria actualísima de las cosas. Se busca a sí mismo, dentro, pero también busca lo otro, a los otros, fuera de sí. Abismo y paisaje. Interior e intemperie.

Así, presente y pasado (que fue futuro) se hacen uno y la memoria triunfa.

COMO VINO DE PALMA, DE SAMUEL ROBLES AREAS,UN FICCIONADOR QUE ES POETA

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Como vino de palma, de Samuel Robles Areas, es un trabajo concebido en esa zona difusa en la que se integran el contador de historias y el poeta. Porque no de otra manera puede recuperarse. Ese ha sido su objetivo: Ir hacia atrás, hacerse presencia desde el origen. Ser presente.

Samuel tiene emociones que transmitirnos, anécdotas que contarnos, geografías que lo justifican en el acto de volver, ante nosotros y ante sí mismo. Él ve hacia adentro, emocionado; se encuentra, emocionado; recupera senderos, emocionado, y, memorioso, va y viene a través de ellos.

El músico y el compositor que hay en él le imprimen al texto una belleza melódica grata al oído. Si suena bien está bien, diría Borges. A mí me suena bien, más que bien, porque Samuel ha armonizado musical y ejemplarmente fondo con forma. La música de sus palabras, el ritmo de sus palabras son, por sí solos, una historia colateral. Música y ritmo, lo sabemos, son fundamentales en todo buen poema; pero no siempre tiene uno la oportunidad de sentirlos tan bien integrados a la unidad. Son aquí como piel y carne al esqueleto. Y las palabras fluyen, dicen, connotan. Aunque bien podríamos ignorar su decir y construir, en ello, un poema tangencial, músico, connotativo en sus sonidos.

Dicho así, no es un poemario fácil, complaciente, el que nos aguarda. Tengo razones para afirmar que quien lo ha escrito ha puesto en marcha una cautelosa operación de ensamblaje que no puede menos que exigir una lectura detenida, atenta, en la que sin embargo no perderemos la fluidez de la emoción, que es el vehículo que posibilita, en todo poema que se respete, la transfiguración de quien lee, ese proceso en el que algo ha cambiado para siempre en nosotros.

Como vino de palma es un libro que causa, en su primera lectura, un cierto extrañamiento. Hay en él un mundo tan personal que a ratos no puede ser descifrado. Pero no somos los mismos después de leerlo. Y eso es decir bastante.

Salvador Medina Barahona, San Francisco de la Montaña, 3 de febrero de 2013

CAER

In 1, Letras, Arte, Cultura on febrero 5, 2013 at 11:36
Caer: Poema leído el 31 de enero de 2013 en el Hard Rock Hotel de la Ciudad de Panamá, durante el lanzamiento del primer CD de Javier Medina Bernal, Universo, Capítulo I.  En la foto SMB y JMB, cortesía de Kat Yurchenko.

Caer: Poema leído el 31 de enero de 2013 en el Hard Rock Hotel de la Ciudad de Panamá, durante el lanzamiento del primer CD de Javier Medina Bernal, Universo, Capítulo I. En la foto SMB y JMB, cortesía de Kat Yurchenko.

     Me veo dentro de la garganta del sol.

     El sol se ha vuelto oscuro. Un despeñadero oscuro.

Por él me pierdo. Caigo. Me vuelvo sombra:

Ya no Soy su música amarilla.

Ya no lo hago acuchillar su luz,

escupir en mí sus llamaradas…

     Quien dice que la sombra es siempre una catástrofe.

Quien dice que no se puede abandonar al sol,

hurtarle, en la fuga, un pedazo de luz,

volverse uno mismo luz, relámpago,

subir y estallar por donde se ha caído.

     Subir, y acomodarse el dolor;

iluminarte la sangre, madre mía;

el sexo, mujer mía;

la vida entera, hijos que no tendré.

     Para que nadie olvide que he caído, Subo.

Para que alguien muerda un trozo

de mi labio ya cortado, Caigo.

     Esta es la voz de mi ceniza. Hágase aquí

la voluntad del viento.

 

SALVADOR MEDINA BARAHONA, 30 DE ENERO, 2013

BLUE LULLABY FOR MY PRINCESS ELLIE

In 1, Letras, Arte, Cultura on enero 5, 2013 at 2:53

By Salvador Medina Barahona

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               Princess:

My friends the Poets say that the world is a better place when children arrive, and that immortality can trap us in the simple form of a poem, allowing us to make it through the night. I’ve no doubt the world has become a better world since you came along. I write this little music for your eyes. Hopefully, it shall help you cross over to the future! (Little Ellie: I know more about the dark than I do about blue chants; but there are always mysterious twists in words and my words, you see, are now a blue horizon.) For you, Ellie, Ellie! These words for you, written long before you know how to pronounce my name. For you, from the depths of me, this lullaby composed with these words and that waits until your eyes grow, so they can traverse it with their open tenderness and they can listen with their gaze to the music that turns it into a sea. This lullaby, written for you before and beyond time, in the glow of your blue magic of girlhood, on the momentum of a red wave the size of the sun, you will know that this song is yours, and only yours, and how much we have loved you. Ellie, Ellie, Ellie! You will dare to dream by the hands of those who already dream of you. Because Dreaming and Being is your mission, you lovely doll of Light, who in her brightness, pierces the vastest firmament of our nights. Dreaming and running in gardens, around lakes, through the air, up and down the hills. Freely. Triumphantly. Beautifully dreaming and running, Ellie!, through the currents of the sea and the paths of the stars, the darkened fields and cities. Running and dreaming until you go astray, deeply astray, beautiful Ellie, in the highest realms of our hearts.

(To you, Ellie Barahona Ross, with all my love, from uncle Salva)

Translated from the Spanish by

the Panamanian writer and singer/ songwriter

Javier Medina Bernal.

Special thanks for his advice to the Puerto Rican poet  

David Caleb Acevedo.